A o B
Cada vez hay menos cubanos que conozcan otra cosa. 63 años tienen hoy los que nacieron con la revolución, quienes han experimentado los escasos frutos de la economía planificada cubana. Los que no pueden elegir lo que quieren comer, sino lo que hay disponible. Los que tienen que adaptar su menú al plan fracasado de la economía socialista. Los que no pueden dar a sus hijos un vaso de cacao cuando lo piden. Los que no puede poner un trozo de carne en la mesa cuando gusten, sino cuando la cuota asignada por el Estado y su suministro lo permiten. Los que hacen cola durante horas para comprar el escaso botín de alimentos al que tienen derecho. Los que tienen que convertir el periódico en papel higiénico. Los que carecen de pescado y sal para cocinar a pesar de vivir en una isla. Los que carecen de frutas tropicales a pesar de vivir en un país tropical. Los que carecen de café, aunque vivan en un país cafetalero. A quienes no se les permite actuar por iniciativa propia y asegurar su propio futuro. Los que carecen de electricidad durante horas y ni siquiera tienen velas para, literalmente, aportar un poco de luz a sus sombrías vidas.
Hace unos días, el jefe no electo del Estado cubano Díaz-Canel habló en la Asamblea Nacional del Poder Popular, el parlamento cubano, que por cierto, con sólo candidatos del Partido Comunista, no representa al pueblo: ... Puede sonar a chiste, pero no es realmente un chiste, aunque a veces da risa como muchas cosas que hacemos. El problema es que tenemos tres leyes: tenemos una ley de soberanía alimentaria y no hay alimentos; vamos a aprobar mañana o pasado una ley (o se supone que aprobemos) una ley de fomento ganadero y no hay ganado; y tenemos una ley de pesca y no hay pescado.
Esta fue la simple declaración de quiebra del Estado cubano, que incluía la confirmación -gracias al lapsus freudiano de Díaz-Canel- de que en Cuba las leyes ya se aprueban antes de que sean debatidas en la Asamblea Nacional del Poder Popular para su (siempre unánime) votación.
No es de extrañar, pues, que cada vez más cubanos pongan en peligro sus vidas emprendiendo un difícil viaje y buscando refugio, sin saber si finalmente encontrarán la paz en el fondo del mar o si serán repatriados a Cuba si llegan vivos a su destino. En septiembre de este año, más de 177.000 habían llegado a Estados Unidos por tierra y más de 5.000 por mar.
Puede parecer una broma, pero no es una broma de verdad, introdujo Díaz-Canel en su declaración de quiebra. Eso mismo pensé cuando descubrí una parodia en Twitter el otro día, titulada “A o B". Un joven está sentado frente a una casa, recostado al fino pilar verde que sostiene el tejado, parece aburrido cuando desplaza las páginas de su smartphone. Tres delfines adornan la toalla azul que cuelga de una tendedera al fondo.
- ¡Oye!, dice una voz.
- ¿Qué?, responde él con poco interés, sin apenas apartar los ojos de su teléfono.
- ¿Entre estas dos opciones cuál escogerías?
- A ver, ¡dime!, responde mientras deja a un lado su smartphone y escucha entonces atentamente.
- A : Vivir en Cuba con ...
- ¡Opción B!", confirma eufórico el joven, gesticulando en demasía para apoyar su elección, sin escuchar la segunda opción.
- Espérate..., dice la interlocutora.
- ¡No, no espérate nada!, ¡la B!, repite él.
- Pero, ¿no quieres oír el otro país?
- ¡No quiero oír el otro país! Como si es Camboya y tenga que vivir como rata camboyana…", explica convencido.
La situación no sólo parece una broma, sino que lo es. El actor interpreta muy bien su papel de cubano desilusionado y nos hace reír con sus gestos y dichos. Pero es la amarga realidad. Cada vez son menos los cubanos que tienen una alternativa. Cada vez son más los que optan por la opción B.
Nat Neumann, diciembre del 2022
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