Arroz y azúcar
El 17 de marzo, los hambrientos de Santiago de Cuba y de otros lugares en Cuba salieron a la calle. En los vídeos que se difundieron por Internet se escuchan llamamientos a la libertad. Pero sobre todo el clamor por comida y electricidad es inconfundible. Los cubanos pasan hambre, eso no es nada nuevo. Pero en este momento el hambre parece ser mayor de lo habitual. Cabe preguntarse: ¿tienen que aprender los cubanos a vivir sin comida? ¿Tienen que aprender a sobrellevar la vida cotidiana sin electricidad? Nuevo es que se atreven a expresar en voz alta y sin inhibiciones que tienen hambre, también hambre de libertad, sabiendo muy bien cuáles podrían ser las consecuencias, consecuencias por las que algunos de ellos no tuvieron que esperar mucho. También sabían lo que después ocurriría: la injusta y vengativa justicia cubana se vengará de su valentía y los meterá entre rejas durante años. Los primeros ya han sido detenidos.
También había fotos en Internet que mostraban cómo la dirección del partido en Santiago de Cuba intentaba hacerse una idea de los acontecimientos in situ el 17 de marzo, al menos eso es lo que parecía. Pero también podría interpretarse como una huida de la ira popular. Subieron al tejado de una casa y observaban desde arriba a las masas hambrientas. Desde allí, de vez en cuando intentaban calmarlas con gestos vacilantes. Una mujer, que resultó ser la primera secretaria del Partido Comunista de Santiago de Cuba, sobresalía del pequeño comité del partido en el tejado. Con su camiseta roja brillante, era imposible no verla. Por eso se la pudo identificar inmediatamente horas después, cuando prometió entregar enseguida algunos de los productos faltantes de la "canasta básica": tres libras de arroz y cuatro libras de azúcar.
La sorpresa fue mayúscula cuando inmediatamente aparecieron camiones con alimentos, probablemente los alimentos básicos prometidos, y no tardaron en aparecer fotos de almacenes en el puerto de Santiago de Cuba, burlando la censura estatal. Mostraban almacenes llenos a rebosar con los alimentos de los que carece la población. Es de suponer que se trata de los productos que el Estado vende a precios horrendos a cambio de divisas convertibles, así como alimentos para los turistas.
Como es bien sabido, en 1959 el Estado cubano se impuso la tarea de ser él exclusivamente el que alimente a su pueblo. No, no de alimentarlo, sino de engatusarlo con migajas. También promete a los turistas traedores de divisas una buena mesa. Pero el estado no puede ni lo uno ni lo otro. Solo logra alimentar al pueblo o a los turistas. Y ha decidido en favor del bienestar de los turistas. Y por el bien de su propia élite.
Para el pueblo hambriento solo hay arroz y azúcar, pero sólo hasta agotar existencias.
Nat Neumann, April 2024
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