El que no sabe es como el que no ve
Esta era una frase que mi madre solía decir. Mi madre era una mujer sabia. Mi madre, que me inspiró para escribir "Un pedacito de cielo" y cuyo libro del mismo nombre es la segunda parte del mío. Pienso en ella a menudo. Hace poco recordé su frase: El que no sabe es como el que no ve. Se me ocurrió tras un breve intercambio en Twitter con un sudamericano. Había explicado lo mucho que le gustaba viajar a Cuba, que Cuba era un país precioso. Así es, respondí, un país hermoso; sólo es una pena cómo allí se pisotean los derechos humanos. A lo que la persona a su vez escribió: –Si nos guiamos por eso, no iremos a ningún sitio de vacaciones. Esa no es sólo su actitud, sino también la de muchos turistas. Pero, ¿Es eso legítimo? ¿Es eso correcto? No lo sé. Yo no iría de vacaciones a un lugar donde la violación de los derechos humanos está institucionalizada. Me daría mala espina sentirme segura en un bonito hotel mientras en las cárceles del país se encierra y maltrata a personas por haber ejercido su derecho a la libertad de expresión. Pero, obviamente, mucha gente lo ve de otra manera. Dejé de visitar Cuba, el país donde nací, cuando me di cuenta de que el dinero que gastaba allí se utilizaba (indirectamente) para pagar a los policías. Esos policías que han cambiado su papel de amigos y ayudantes del ciudadano por el de opresores. Policías que golpean a manifestantes pacíficos; manifestantes, como las “Damas de Blanco", que sólo van armadas con un gladiolo. Como Luis Robles, que se había manifestado en silencio con una pancarta contra la detención de un rapero. Policías armados con palos golpeando a gente pacífica y lanzando piedras a los manifestantes. Policías que no tienen nada que envidiar a los de Batista.
¿Están los turistas conscientes de ello? ¿Saben que el llamado socialismo en Cuba es un sistema dictatorial? ¿Que ha privado a las personas de los derechos que ellos mismos dan por sentado en sus países? ¿Saben que en Cuba hay más de mil personas en prisión por motivos políticos? Jóvenes, ancianos, mujeres, hombres, adolescentes, enfermos que, en un momento de esperanza, salieron a la calle para exigir sus derechos o que militan por una Cuba democrática.
¿Saben los turistas que mientras ellos en Cuba se dan un lujo, los cubanos mueren en los hospitales porque el Estado prefiere invertir en hoteles a invertir en la salud pública?
A algunos no les importará, porque: si nos guiamos por eso, no iremos a ningún sitio de vacaciones. Pero a muchos seguro le importaría. Los europeos, en particular, viajan a Cuba con la idea romántica de visitar ese pequeño país que en 1959 tomó su futuro en sus manos y defendió su revolución en las narices de los Estados Unidos. Con la imagen de un país en el que el tiempo se ha detenido -supuestamente para deleite de los cubanos. No parecen saber que el experimento socialista destruyó el futuro de Cuba: El que no sabe es como el que no ve.
El otro día, alguien que se hace llamar "Deshonillador" en Twitter publicó una foto que me tuvo ocupada un rato. En primer lugar, por el texto: No es un hogar de ancianos, son turistas extranjeros tomando su desayuno en el portal del Hotel Armadores de Santander … en las mismas narices del pueblo hambriento en Dictadura. En la foto se puede ver, en la terraza de un hotel, dos mesas ocupadas. Podría ser en La Habana, pero no puedo confirmarlo sin más porque no puedo descifrar el escudo de la pared del edificio. Una mirada en la red confirma la afirmación de que se trata de un hotel de la cadena Gaviota Hoteles en La Habana, que se atribuye a los militares cubanos. En la mesa de un rincón, a la sombra de un pilar del luminoso edificio, sientan tres personas, presumiblemente mayores según el comentario de "Deshonillador". La pequeña palmera situada a su derecha, que también proyecta una sombra en la pared, no está en su mejor momento, pues tres de las cuatro hojas se han marchitado. Los comensales ocupan sillas metálicas con puntales de madera y miran atentamente su comida. Parece que están rezando. A su izquierda, junto a una mesa vacía, están sentados dos hombres. El mayor de ellos parece estar disfrutando de su desayuno. El sol, que brilla a través de dos pilares y presagia la arquitectura arqueada del edificio, le ilumina el lado izquierdo del cuerpo, así como la cabeza y el cuello, ya que está sentado en la parte delantera de la silla, encorvado, con los antebrazos apoyados en el borde de la mesa para no mancharse los pantalones de color beige. Al lado del que está comiendo hay otro plato lleno, junto con un vaso de zumo y una naranja. Su acompañante está sentado de cara al sol, por lo que lleva gafas oscuras. Él también está concentrado en su plato, junto al cual hay una taza llena y un vaso de zumo de naranja. La filigrana construcción de los marcos metálicos de los muebles se funde con la sombra que proyectan en el suelo. Los neumáticos de una silla de ruedas debajo de la mesa, casi pueden pasar desapercibidos.
No muy lejos de la mesa de estos señores, se ve la sombra de una persona, presumiblemente un espectador de pie. Posiblemente esté observando a los turistas que se deleitan con su desayuno, probablemente se le haga la boca agua. Seguro que también se ha dado cuenta de lo que ocurre al otro lado de la terraza. En una esquina, un hombre está sentado en el suelo, se le ven las piernas desnudas. Está sentado cómodamente con un brazo sobre la rodilla derecha doblada, a la sombra de una columna. Delante de él hay un señor que gesticula y, obviamente, le ordena que abandone el sitio. Dos hombres de pie observan la acción. Y aunque es ruidosa, a los turistas no parece importarles.
Como señala "Deshonillador", es inaceptable venir a hacer turismo a una dictadura que usa ese dinero para reprimir al pueblo.
Además, ¿saben los turistas que en ese mismo momento, en el que disfrutan de su desayuno, muchos ciudadanos del país no saben cómo alimentar adecuadamente a sus hijos? El que no sabe es como el que no ve.
Ayer encontré una noticia de Cuba en una revista digital, con el siguiente titular: Niegan la entrada a cubanos en el Hotel Capri: "Puedes desayunar cuando los extranjeros hayan comido".
Otros ciudadanos cubanos relataron experiencias similares en otros hoteles. A veces se consuela al huésped cubano para más tarde, otras veces se le niega la entrada por completo. ¿Saben los turistas que la Cuba socialista discrimina a sus propios ciudadanos? ¿Saben que el lado oscuro de su placer equivale de facto a un nuevo tipo de apartheid?
El que no sabe es como el que no ve.
Nat Neumann, noviembre del 2022
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