La cara más bella de la pobreza
No, la pobreza no es bella. Si la pobreza tuviera rostro, sería feo. Sería demacrado, sucio, serio y antipático. Si esa cara abriera la boca, tendría dientes malsanos o no tendría ninguno. Y si hablara, no podría articular palabra. Así de antiestética imagino que sería la pobreza si tuviera rostro.
Casualmente, el otro día descubrí en la red un vídeo sobre una anciana cubana, una señora realmente pobre; una de las muchas mujeres de la tercera edad, a las que el régimen cubano empujó a las garras de la pobreza, donde viven sin alternativa desde hace décadas. Si se ve el vídeo sin sonido, y si se difuminan las poses y los modales de la protagonista, se podría ver a la mujer como parte de su esfera de vida, como si fuera el rostro de la pobreza que la rodea. Pero si observas su verdadero rostro y la oyes hablar, puedes estar seguro: ella no pertenece a ese deprimente entorno.
La señora se llama María y recibe a su interlocutor en su casa con voz tranquila y una dicción sobresaliente, precisamente con un refinado castellano que rara vez se escucha en Cuba y que la marca como una persona educada y culta. ¡Qué placer tenerte aquí!, se regocija, en mi maravilloso penthouse, añade sarcástica. Estos son los ricos frutos que la revolución ha producido para mí, para mí y quién sabe cuántos otros cubanos que no tuvieron la oportunidad de alcanzar una mejor perspectiva en la vida, simplemente porque no pensaban como la dirección central de este gobierno ...
María cuenta entonces de su vida, cómo a los 22 años fue expulsada de la "Universidad de Oriente", donde estudiaba medicina, en una llamada "Asamblea de depuración" por ser "apática" ante las tareas de la revolución. Tres años más tarde se trasladó a La Habana y continuó sus estudios de medicina, aunque le recordaron que ya había sido sancionada por otra universidad. Así, no se le permitió participar en los exámenes finales, por lo que terminó sus estudios sin un título. Una reclamación judicial no la llevó a ninguna parte; a ella, que no entendía el nuevo sistema cubano y no creía en la revolución castrista sino en la justicia social, le dijeron que la decisión de la universidad era la decisión del tribunal. Un segundo intento de estudiar también le fue denegado. A partir de entonces, vivió con sus conocimientos pero sin su sueño de trabajar como médico. Al final, la vida le ofreció los desagradables juegos que suele tener preparados, incluidos horrorosos escenarios privados y una más que modesta vida en la miseria.
Ella decidió contar su calvario públicamente para dar a conocer la realidad de nuestro país.
Antes de mostrarle al visitante su reino, dice sin rencor que puede darse por dichosa porque realmente su vida le funciona, a pesar de la escasez, de la miseria, de la mediocridad, de la falta de respeto, de la falta de honestidad y de sentido común de la dirigencia nuestra. Y, aún en su franca ancianidad, con sus más de 75 años, ha podido darse por satisfecha. Satisfecha porque ella, que fue completamente arruinada intelectual y científicamente (por ser una médico, a la que nunca se le permitió ejercer su profesión) y que además, socio-políticamente siempre ha estado vetada en todos los sentidos de la vida, disfruta (sin embargo) al máximo de
su independencia, de su soledad, de su apartamiento...
Su maravilloso penthouse, como ella llama a su desdichado hogar, se había derrumbado hacía décadas, el tejado se vino abajo. No recibió ayuda alguna de las instituciones estatales, los únicos que hubiesen podido ayudarla. María vive desde entonces en ruinas, en condiciones inhumanas; en un espacio que hace años fue declarado oficialmente inhabitable. Este es el resultado de una vida perdida, dice en el mismo ritmo narrativo, para dejar claro de inmediato: a pesar de que no soy de la generación perdida ... A sus floridos setenta y cinco años y medio, tiene la satisfacción de haberse realizado, por lo menos espiritualmente; de ser una persona que disfruta a plenitud de su existencia y que tiene la oportunidad de comprobar, cómo es válido haber llegado ante todo a ser persona, aún en medio de un régimen diseñado para considerarnos al pueblo entero como perfectos animales ... Soy un fruto perfecto de la revolución. La revolución que lleva los cinco puntos del apocalipsis: Hambre, miseria, destrucción, calamidad y muerte (...) Me voy con una alegría extraordinaria porque pude ser persona independientemente de lo que el sistema hace con este pueblo. Porque he dejado una siembra de amor por donde quiera que he pasado y sepan, si no veo el cambio (en el país) desde aquí, de todas maneras me quedo satisfecha: Lo voy a ver desde las alturas.
A pesar de la miseria material en la que María se ha visto obligada a pasar toda su vida, irradia calma, confianza y satisfacción. No lleva ropa fina ni el pelo arreglado por un peluquero, pero su aura y sus modales la han convertido en una bella dama. ¿He escrito al principio que María es una pobre anciana? Retiro lo dicho, es una pobre rica, el rostro más bello de la pobreza.
Nat Neumann, November 2023
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