La Conga
Hace unos días leí en la prensa independiente cubana: "Violencia y represión en la „Conga de Los Hoyos“ en Santiago de Cuba". El 20 de julio, la tradicional "invasión" de la "Conga de Los Hoyos" desfiló por las principales calles de Santiago.
Este titular me hizo retroceder décadas, porque como santiaguera nativa conozco la "Conga de Los Hoyos". Conocerla es en realidad una exageración, sólo la conozco de renombre, o más bien "de oídas“, conozco el ritmo fuerte, casi agresivo, de su música.
Según la RAE, la conga es "una danza folclórica cubana de origen africano que se baila en grupos de dos al ritmo de un tambor".
En 2019, la „Conga de los Hoyos“ fue declarada patrimonio cultural de Cuba.
Los Carnavales de Santiago de Cuba, son legendarios. Describo mis recuerdos de él en mi libro "Un pedacito de cielo". Se celebraba todos los años a finales de julio o principios de agosto y era una gran fiesta donde nos divertíamos mucho. En el libro también menciono las congas, que también eran parte integrante del carnaval de Santiago.
En mi infancia, las congas desfilaban por delante de nuestra puerta, la gente bailaba al ritmo de los tambores, no en filas de dos, era más bien un tumulto interminable. Los grupos de congas recorrían las calles de la ciudad, recogiendo por el camino a personas que se unían espontáneamente y las seguían bailando a sus ritmos enardecedores.
Sabíamos que día iba a venir la conga y, en cuanto oíamos a lo lejos los típicos ritmos congueros, corríamos a la casa y cerrábamos puertas y ventanas. Teníamos miedo de la conga, mi madre incluso más que yo, y cuando ella, atrapada en su miedo, se sentía segura entre nuestras cuatro paredes, yo a veces me atrevía a mirar a la calle a través de una pequeña rendija de la ventana. Ya de noche, a la tenue luz de las farolas, veía a la multitud cantar a voz en grito el estribillo de las congas, a menudo un lema vulgar que, acompañado de cencerros y corneta china, se convertía en un mantra. Algunos bailaban con caras alegres, otros sombríos,"arrollando", a menudo con una botella de ron en la mano, absortos por su éxtasis, inquietantes, impresionantes. Y mi corazón latía con cada golpe de los tambores. Las historias que se contaban sobre lo que sucedía en la conga a altas horas de la noche no lo hacían mejor. Contaban de altercados y violencia, sin duda bajo los efectos del alcohol. A veces se hablaba de heridos y muertos.
Pero también se hablaba de lo bien que se lo pasaba la gente cuando desfilaba por las calles de Santiago con la conga. Como decía a voz popular; a la conga se iba a gozar.
La „Conga de Los Hoyos“ se originó con la llegada de los franceses a Haití, cuyos esclavos, entre ellos los congos, dieron vida al carnaval y le otorgaron su animado sabor. Por cierto, en esta época también nació la "tumba francesa", la forma de baile y canción afrocubana, que también se acompaña de tambores.
Sé de buena tinta que "Los Congos" eran una comunidad muy alegre. Como indica el nombre de la conga, se trasladaban del barrio de "Los Hoyos" a la Casa Consistorial, frente a la Plaza de Armas, actual Parque Céspedes. Allí se reunían los señores, el gobierno de la ciudad y los potentados para presenciar las actuaciones de los "mamarrachos". Así se les llamaba hasta hace pocas décadas a los bailarines de las congas, despectivamente.
Dicen que las congas recibieron su nombre cuando la gente que esperaba a la alegre compañía se ponía en fila al borde de la acera y gritaba: Ahí vienen los congos, ahí vienen los congos. Con el tiempo, se convirtió en ¡Ahí viene la conga!
Décadas más tarde, era esa la llamada que nos llevaba a mi madre y a mí a puertas cerradas hasta que sus ritmos dejaron de oírse fuera de nuestra casa.
Las congas, especialmente la „Conga de los Hoyos“, son cultura y tradición en Santiago de Cuba.
Este año, como informó la prensa, se convirtieron en el escenario de una demostración de poder por parte del Estado cubano. Incluso antes de que comenzara el desfile, era palpable la tensión generada por la mera presencia de innumerables agentes de policía, miembros de las „Tropas especiales“ represivas y agentes represivos vestidos de civil.
Además, esta vez el desfile no iba acompañado de los peligros predominantemente subjetivos que nos habían aterrorizado a mi madre y a mí décadas atrás. Los peligros eran objetivos y tangibles. Se decía que la mayoría de los participantes eran santiagueros de las clases sociales bajas, que hoy son los que más sufren la crisis económica en curso, los que sufren bajo el hambre que azota a los cubanos que tienen que vivir de las migajas que les da la Revolución. Los que esperaban por años una mejoría y perdieron la esperanza con el tiempo. Y como el hambre fomenta la violencia, durante las celebraciones de este año se produjeron numerosos incidentes violentos. Varias personas resultaron gravemente heridas en apuñalamientos.
Represores en nombre de Díaz-Canel estaban presentes en gran número. Seguramente esperaban que la fiesta se convirtiera en un asunto político y que los carnavaleros hicieran saber su descontento con el régimen. No sé si esto ocurrió. Me imagino la bien conocida expresión vulgar que describe al Presidente cubano Díaz-Canel como malvado, vil e infame, como el estribillo de una conga. Bailarla a su ritmo sería motivo suficiente para que el régimen te metiera entre rejas durante muchos años.
Nat Neumann, Juli 2024
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