La vida es un carnaval
En los últimos días, un tópico en la red ha sido que la actriz cubana Ana de Armas acudió a su país natal para visitar a familiares y amigos y celebrar su cumpleaños. Según su ficha de Wikipedia, Ana de Armas creció en La Habana y tiene la nacionalidad cubana y española -esta última porque sus abuelos son españoles- y se trasladó a España a los dieciocho años, donde protagonizó varias películas. Actualmente vive en los Estados Unidos. Oí hablar de ella por primera vez cuando fue nominada a los Golden Globe y al Oscar por su interpretación en la película "Blonde" (2022). Pero en los últimos días he leído, sin querer, mucho sobre ella. En la red se pueden encontrar fotos de su llegada a La Habana, de su efusivo saludo en una zona del aeropuerto que, por cierto, está bien vigilada y no es accesible a todo el mundo -uno se asombra de que la amiga la estuviera esperando allí, mientras que hoy en día, ni siquiera los familiares de los viajeros tienen acceso al edificio aeroportuario. Vimos fotos de la alegría evidentemente sincera de Ana de Armas al reencontrarse, fotos de abrazos. Y la vimos en fotos con el - según dicen impopular- chef español Miguel Àngel Jiménez - se dice que es el chef de Lis Cuesta, esposa de Díaz-Canel - y con miembros del grupo de teatro infantil patrocinado por el gobierno cubano "La Colmenita". Se lee sobre su respuesta a una petición de entrevista de una revista de noticias online progubernamental ...¡Señora periodista, estoy de vacaciones!. Y se ve a la Sra. de Armas celebrando su cumpleaños, bailando aguda y frenéticamente con una amiga, de Armas echando a un lado su vestido de rayas y exhibiendo lascivamente un muslo, la amiga mirando exaltada a la cámara. Cómo mezcla una bebida en el restaurante conocido por la Farándula cubana "El Cocinero", y cómo discretamente expone un poco su escote para interceptar billetes (?) lanzados por uno de los invitados.
La visita de Ana de Armas ha suscitado un debate muy polémico. Dada la situación política en la isla, todo cubano que quiera la libertad y la democracia para Cuba espera que todos aquellos cuyas voces puedan oírse en el mundo las utilicen para dar a conocer la situación allí, para pronunciarse contra el totalitarismo y la opresión y, en particular, para llamar la atención sobre la situación de los derechos humanos en el país que nos vio nacer. Porque la voz de una Ana de Armas es mucho más fuerte que la mía, por ejemplo.
A algunos les parece absolutamente inaceptable que la señora de Armas no sólo celebrara su cumpleaños a lo grande, sino que las fotos se hicieran públicas, igual que se hacen públicas las fotos de las Damas de Blanco cuando son detenidas brutalmente por la policía cubana. O las imágenes de policías cubanos golpeando a menores o confiscando sus bienes sin motivo. O las desgarradoras imágenes de madres llorando por sus hijos detenidos y encarcelados arbitrariamente. Otros pueden entender que la Sra. de Armas, como cualquier persona libre, ha tomado su propia decisión; la decisión de permanecer apolítica y disfrutar de su éxito únicamente en sus propios términos.
Más creo que el hecho de que la Sra. de Armas se comportara en La Habana como la figura pública que es (en lugar de visitar discretamente a familiares y amigos), haciendo pública su visita al mencionado grupo de teatro infantil, celebrando su opulenta fiesta de cumpleaños -ignorando el hambre y el dolor de sus compatriotas- ya convirtió su visita en algo político.
Es comprensible que cualquiera que tenga familia allí, visite Cuba. Muchos de nosotros no lo hacemos, para no apoyar a la dictadura. Pero como personas libres que somos, podemos -cada uno por su cuenta- tomar una decisión al respecto.
La Sra. de Armas eligió no utilizar su voz en favor de la democracia y los derechos humanos en Cuba. No tenemos por qué quererla y a ella no le importará. Pero nosotros, cubanos amantes de la libertad, también tenemos a Camila Cabello, a Paquito d'Rivera y a Pavel Giroud. Y tuvimos a Celia Cruz.
Celia Cruz, la Reina de la Salsa, ganadora de múltiples Grammy y receptora de otros premios en todo el mundo, galardonada con doctorados honoris causa de la Universidad de Yale y la Universidad de Miami, en cuyo honor se bautizaron calles de Miami, Union City y Tenerife, a quien el Servicio Postal de los Estados Unidos dedicó un sello, que fue incluida en el Salón de la Fama de la Música Latina de Billboards y en el Salón Internacional de la Fama de la Música Latina, cuyo funeral fue como una ocasión de estado (aprox. 200.000 personas acompañaron su féretro), cuya imagen adorna un Quarter, alzó su voz contra la dictadura cubana. No quiero ir a un país donde no pueda hablarles como lo hago ahora, dijo Celia en una entrevista. Celia, que había salido del país justo antes de la Revolución cubana de 1959 y se negó a regresar después, amaba el país que la vio nacer: en una visita a la base estadounidense de Guantánamo, deslizó la mano por debajo de la valla fronteriza y guardó un puñado de tierra, que se llevó consigo y que fue colocado en su ataúd cuando murió. Celia Cruz amaba a su país, pero no se dejó chantajear por el gobierno comunista. Volver a entrar en el país y callar a cambio, Celia no lo aceptó. Cuando murió su madre en 1962, pagó el precio: no la dejaron entrar en el país para enterrarla. Igual que hoy se niega a los miembros de la oposición la entrada. Incluso entonces, Celia no aparcó sus convicciones.
La vida es un carnaval. Sin embargo, Celia cantó a la vida: Ay, no hay que llorar que la vida es un carnaval y las penas se van cantando...
Quería la Sra. de Armas señalar algo parecido: las penas se van bailando? Nunca llegaré a saberlo.
Es cierto que ninguna de las dos cosas son ni salida ni consuelo para los presos políticos en cárceles cubanas. Pero a Celia la queríamos por sus principios.
Nat Neumann, mayo del 2023
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