La vida es un viaje en tren
Para mis líneas de hoy estaba buscando un refrán apropiado y lo encontré. Me pregunto de quién procede: La vida es como un viaje en tren, con paradas, desvíos y desgracias.
De hecho, hace poco leí un artículo en el que alguien describía sus impresiones de una visita al jardín zoológico de La Habana.
Por lo que sé, es el primero y -al menos hace años- el único en la capital de Cuba. Se encuentra en una zona residencial -por lo menos antes- lujosa, en un rincón exclusivo de La Habana llamado Nuevo Vedado, donde, por ejemplo, residían la hermana menor de Fidel Castro y algunos ministros y personas con altos cargos dentro del partido comunista.

El Zoológico de La Habana llega a su 83 aniversario -fue la noticia en octubre de 2021- Con una nueva ambientación, un extenso plan de actividades y cargando de buena vibra en esta reapertura… El trencito comenzará a funcionar en el mes de noviembre, después de siete años fuera de servicio.
Yo no tengo ningún recuerdo, pero muchos habaneros habrán estado allí de niños y ahora recuerdan los tiempos en que visitaban a los monos y a los leones. Se dice que muchos de los animales del zoológico no sobrevivieron al llamado Período Especial (puedes leer más sobre esto en "Un pedacito de cielo").
El visitante que describe su reciente visita en dicho artículo  estaba horrorizado por las condiciones del parque. Los únicos animales que menciona -probablemente muy impresionado por ellos- son los caracoles africanos en libertad, de los que asegura; si te paras diez segundos en cualquier lugar, dos o tres se te subirán encima.
Según he leído, el caracol africano se considera una de los azotes agrícolas más peligrosos del mundo. Es oriundo de África (Lissachatina fílmica). Puede convertirse en una plaga y cobijar nematodos, parásitos que se alojan en tejidos fibromusculares. Pueden causar afecciones graves como meningoencefalitis eosinofílica y angiostrongiliasis abdominal. Pero en Cuba esperan por su presa fácil: el niño cubano que quiere pasar un buen día en el jardín zoológico de La Habana.
Tal y como se indica en la noticia mencionada sobre la reapertura ceremonial del zoo, también hay allí un trencito para niños, un auténtico ferrocarril que circula sobre raíles, que se dice que siempre ha sido una verdadera atracción para los pequeños visitantes. En los terribles tiempos actuales, en los que el cubano medio no tiene mucho que ofrecer a sus hijos, el tren sigue funcionando. Pero no como en aquellos tiempos, seguramente gracias a la fuerza de tracción de un vagón o una locomotora: Los abarrotados vagoncitos rojos del trencillo, decorados con motivos de animales, son impulsados con musculus vires. La foto que el visitante  exhibe con el artículo sobre su visita al zoológico muestra  una imagen, para mí, terrible: este trencito para niños (en su mayor parte lleno de adultos) tiene a dos hombres jóvenes, prácticamente, como unidad motriz o locomotora final. En la foto no se ven sus caras, pero el lenguaje de sus esforzados cuerpos hablan por ellos. Parecen darlo todo para mover el tren, que obviamente no funciona, con sus últimas fuerzas. Van a izquierda y derecha de la línea ferroviaria estrecha, las nalgas del más fuerte de los dos amenazan con salirse de su pantalón. El más delgado ha adoptado una posición más oblicua para aprovechar mejor su fuerza. ¡Qué vergüenza!
La escena podría ser la de un performance: El ferrocarril representa a Cuba. Los pasajeros al instalado (no elegido) Díaz-Canel, a sus peces gordos y a sus privilegiados familiares. Y a los turistas extranjeros. Los dos hombres que empujan el tren, a esa parte del pueblo cubano que intenta con sus últimas fuerzas sacar el país adelante. Pero no llegarán muy lejos.
En este caso, el dicho apropiado no es: La vida es como un viaje en tren, sino: Ese viaje en tren es como la vida.
Nat Neumann, diciembre de 2022