Mar Verde
Asocio este lugar con mi infancia. Íbamos a menudo a la playa de “Mar Verde". En aquella época, vivía con mi familia en el centro de Santiago de Cuba. El viaje de ida y vuelta a “Mar Verde“ era muy arduo, por lo que el viaje a la playa, que tenía lugar los domingos, se planeaba con antelación y la expectación nos embargaba días antes. Siempre iba a bañarme a “Mar Verde“ con mi tía y mis primas, con una amiga y su madre. Aunque no era creyente, me habían dicho cómo orar, y entonces rezaba: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, haz que mi madre me deje ir a la playa ... Seguramente no por ello funcionaba, pero siempre podía ir. Aquellos domingos, nos levantábamos muy temprano, despertados por la alegría esperada, y caminábamos en la oscuridad -con nuestras bolsas llenas de provisiones, toallas, balsas inflables y pelotas de agua- hasta la parada del autobús. A esas tempranas horas de la mañana, éramos de las primeras en la cola, luego podíamos elegir nuestros asientos en el autobús y disfrutábamos del viaje, aunque mientras tanto el autobús iba cada vez más lleno. Aún no habíamos llegado, pero ya podíamos olerlo. El olor salado de la brisa fresca del mar se colaba por las ventanillas abiertas.
La sensación que tenía entonces cuando bajamos del autobús al llegar es algo que sigo sintiendo hoy cuando pienso en ello. El ánimo alegre de los pasajeros, cargados de equipaje o simplemente con el bañador y la toalla al cuello, listos para el acontecimiento del día, era arrebatador. En la playa, elegimos un lugar a la sombra, lo dejamos todo, corrimos al agua turquesa y cristalina y nos zambullimos en las olas.
Nuestras acompañantes adultas vigilaban nuestras cosas y después nos ofrecían las delicias que habíamos traído: Bocadillos, refrescos, pasteles y esos pequeños y exquisitos "Mangos de Toledo".
Estos viajes a “Mar Verde", ese pedacito de paraíso natural en nuestra hermosa isla, siempre fueron un punto culminante. Por eso me entristecen profundamente las noticias sobre “Mar Verde" que vengo escuchando desde hace algún tiempo. Me entristece el saber, que en ese paraíso natural han hecho un infierno.
No hace mucho me enteré de que en “Mar Verde“ -supongo que sólo hay un lugar con este nombre en Santiago de Cuba- existe también una prisión de seguridad. Una prisión, en todo caso. Supongo que es una prisión de seguridad, porque José Daniel Ferrer está preso allí, desde el 11 de julio de 2021.
José Daniel Ferrer es un activista cubano, presidente de la "Unión Patriótica de Cuba". Como líder de esta organización (que no es reconocida como tal por el gobierno cubano -en Cuba sólo está permitido el partido comunista) nunca ha ocultado su convicción de que Cuba necesita un cambio. Según se desprende de una publicación anterior en Twitter, cree (o creía?) en la lucha no violenta. José Daniel Ferrer quería participar en una de las muchas protestas pacíficas que tuvieron lugar en las calles de Cuba el 11 de julio de 2021, encendiendo una pequeña llama de esperanza para muchos. Antes de conseguirlo, fue acusado de "alteración del orden público" y encarcelado.
Desde el 11 de julio de 2021 hay más de mil personas en las cárceles cubanas, condenadas a penas arbitrarias e inconmensurables por el sistema de justicia cubano, ideologizado e injusto. Cada preso político merece un post. Cada caso merece ser mencionado. Cada uno tiene una historia que contar sobre la deplorable vida tras las rejas cubanas que nos deja sin palabras a nosotros, que vivimos en un sistema democrático. No es sólo el hecho de que estas personas hayan sido privadas de su libertad por ejercer legítimos derechos humanos. Es también el caso que se les arrebata de facto la vida, aunque todavía puedan respirar. Es el caso de José Daniel Ferrer.
Hemos oído hablar de él muchas veces en los últimos meses. Su esposa había denunciado públicamente una y otra vez que se le negaban las visitas periódicas a ella y a sus hijos. No sólo yo, que sigo con interés las noticias sobre los presos políticos, tenía la inquietante sensación de que ya lo habían matado. Varias veces organizaciones de derechos humanos han exigido al gobierno cubano que diera una señal de vida del preso José Daniel Ferrer, no se sabía nada de él desde hacía meses, no se sabía si seguía vivo.
Desde el 14 de agosto de 2021, José Daniel Ferrer, según su esposa, se encuentra incomunicado, en la llamada “celda de castigo“, una celda preparada para la tortura, donde se mantiene a los presos en condiciones inhumanas y humillantes. Además de este tipo de tortura psicológica, la tortura física, incluido el trato degradante, es al parecer habitual en las prisiones cubanas. Así lo han denunciado reiteradamente familiares de José Daniel Ferrer desde sus estancias forzadas en la prisión de "Mar Verde". Su esposa y dos de sus hijos fueron testigos -según sus propias declaraciones- de una paliza propinada por un guardia durante una visita.
“Amnistía Internacional" también había llamado la atención sobre el caso de José Daniel Ferrer en 2022. También entonces se le había negado el contacto con el mundo exterior, salvo una breve visita de su familia. En julio de 2022, el "Comité de la ONU contra las Desapariciones Forzadas" había pedido al gobierno cubano que transmitiera información sobre la situación de José Daniel Ferrer a su familia y a sus asesores jurídicos. Poco después, se le permitió a su familia visitarlo durante un breve periodo de tiempo. Sus familiares informaron de que lo encontraron en ropa interior, extremadamente demacrado y cubierto de picaduras de mosquito. José Daniel Ferrer padece diversos problemas de salud que se remontan a anteriores detenciones.
A finales de junio, tras tres meses sin ver ni oír a su marido, su esposa, la doctora Nelva Ortega, hizo público su horror por su estado físico. Se le había permitido el tan esperado reencuentro con José Daniel Ferrer. Ella fue testigo del deterioro de su esposo desde el encarcelamiento. La familia lo visitó en su “celda de castigo“, donde lleva dos años. Le "permitieron" recibirles allí en ropa interior, apenas podía andar y tenía dolores en las manos, los brazos y las piernas; estaba extremadamente demacrado, tenía dolor de muelas y pérdida de visión. Su cuerpo estaba cubierto de heridas. Le dijo a su mujer que en los últimos meses no podía caminar y que ahora le resultaba muy difícil. Hace unos días lo llevaron al hospital para que le hicieran un tratamiento dental. Allí le extrajeron un diente sano. Los dientes que deberían haber sido tratados no lo fueron.
Está convencida de ello: A mi marido lo están asesinando lentamente.
Nat Neumann, julio de 2023
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