¿Quién robó tu identidad?
Tengo la suerte de conocer personalmente a la autora de este pequeño libro. De conocerla bien. He tenido la suerte de que ella entrara en mi vida en algún momento, de que haya podido beneficiarme -de primera mano- de sus sabios consejos. De sus consejos y de su ejemplo, que cambiaron mi vida. Ahora quiere compartir sus lecciones con los lectores. Para ello ha escrito „¿Quién robó tu identidad?: Atrévete a ser la persona que siempre quisiste ser“, un libro en el que ella, como consultora, life coach y terapeuta, no sólo nos anima a hacerlo, sino que nos da ejercicios para entrenarnos en ello y, al final, convertirnos exactamente en eso: en la persona que siempre quisimos ser. Con su manual, probablemente para todo el mundo asequible, la Dra. Bosch ha cambiado la vida de muchas personas. Tanto en Asia como en América, desde amas de casa hasta universitarios, todos se han dejado llevar por sus consejos. Ella me ha convencido: el suyo es el camino hacia una mente sana.
Según su experiencia, los benévolos autores del robo suelen ser personas de círculos familiares cercanos que intentan transmitir sus propias ideas y actitudes ante la vida a los demás, de padres a hijos, de abuelos a nietos. Parece ser un problema universal, profundamente arraigado en la cultura latinoamericana, donde tradicionalmente las mujeres, y también los niños, son víctimas de la cultura patriarcal. En su trabajo terapéutico con mujeres, la Dra. Bosch descubrió que la causa del estrés en sus pacientes, que eran, por cierto, mujeres intelectualmente exitosas, supuestamente felizmente casadas -muchas de ellas académicas-, era que vivían para complacer y deleitar a los demás. Se basa en la noción culturalmente condicionada de que tienes que hacer esto, o se espera que hagas aquello, porque es lo (supuestamente) correcto. Lo que decía la abuela, lo que decía la familia, cómo me lo contaba mi madre... Los pacientes se dieron cuenta en el transcurso de la terapia de que su problema era no ser capaces de decir NO. Y eso es lo que aprendieron de la Dr. Bosch.
En una entrevista en la televisión dominicana, la Dr. Bosch habló de los daños físicos que puede causar el estrés. Por ejemplo, enfermedades cardíacas. Ella relaciona el infarto en particular con la ira. Muchos de sus pacientes cargan con mucha ira. Una ira dirigida contra ellos mismos. Están enfadados consigo mismos, dice, porque les falta valor para decir: Esto es lo que siento, esto es lo que quiero. Muchos se pasan la vida esperando que algo cambie, que la persona que ha conseguido robarles su identidad cambie. Pero, como dice la Dr. Bosch a su ingeniosa manera, lo que se puede cambiar es el aceite del carro. ¿Pero cambiar una persona? Eso tiene que hacerlo la persona misma.
La Dr. Bosch cuenta que ha supervisado grupos de terapia con mujeres latinoamericanas de la tercera edad, que les ha enseñado a recuperar su identidad. Las mujeres lo han conseguido. Una de ellas concluye: Antes del grupo, yo era una alfombra, todo el mundo me pisaba. Después del grupo, llevé la alfombra a la tintorería. Y nunca más la fui a buscar. Al final de uno de estos grupos, la Dr. Bosch pidió a las señoras que utilizaran una palabra para describir cómo se sentían. ¡LIBERTAD!, gritaron en unísono.
Yo también lo conseguí. He recuperado la identidad que me habían robado. Y no lo digo en el mismo contexto que los pacientes de la doctora Bosch. Porque yo también fui bendecida con una madre que me dio todas las libertades. Y, sin embargo, alguien me había robado la identidad. ¿Quién? Fidel Castro. Por supuesto no me refiero sólo a él, sino a su sistema, a todos sus cómplices que en Cuba hicieron posible el sistema cubano. Fidel Castro robó mi identidad, la de mi madre, la de mis hermanos, la de generaciones de cubanos. Fidel Castro y los suyos conservaron su identidad pero nos robaron la nuestra. ¿Es posible en los sistemas autoritarios conservar la propia identidad en el marco de la sociedad en su conjunto? Creo que no, no es posible. Fidel Castro robó mi identidad y la de muchos cubanos, el conjunto de cualidades y atributos que nos caracterizan y a la vez nos distinguen unos de otros.
La nuestra, la de los cubanos que vivimos en Cuba, no sólo fue adiestrada y moldeada por el sistema socialista, sino también invertida, moldeada según sus ideas y para sus fines. Otras opiniones eran -y son- mal vistas. Prohibido expresar los puntos de vista propios. Desde la libertad religiosa hasta la libertad de expresión y el derecho de manifestación, todos los derechos que no encajaban en la ideología de los barbudos revolucionarios fueron suprimidos. La identidad del individuo asesinada y la de la revolución castrista impuesta. La represión no nos permitió ser quienes siempre quisimos ser, incluso desde niños, cuando nos hacían jurar: “Seremos como el Che“. Los que se dieron cuenta enseguida se marcharon pronto. Los que creyeron las declaraciones iniciales de Castro se quedaron. Y dejaron que les sucediera. La revolución les robó su identidad.
También robaron la identidad social general de los cubanos. Hace años que los cubanos abandonan el país en masa. Los valientes, que no quieren que un régimen dictatorial continue robándole su identidad individual, se van, sin ver los peligros previstos y conocidos. Y cada vez son más los que renuncian a su identidad colectiva para recuperar la suya propia. Es una pena que ellos, o mejor dicho nosotros, no lo hagamos en nuestro propio país, recuperar nuestra identidad individual. Porque lo ideal sería ser la persona que siempre quisimos ser, allí donde se habla nuestra lengua y se viven nuestras costumbres y tradiciones: poder conciliar la identidad individual con la identidad colectiva. Por eso, para mí, la libertad significa la primera preservando la segunda. Desgraciadamente, a los cubanos se nos niega esto. A diferencia de las señoras del grupo de Dr. Bosch.
Los comentarios de Dr. Bosch sobre las consecuencias del estrés para la salud física también me hicieron reflexionar sobre mi país de nacimiento y sobre mis compatriotas. Porque: la presión del gobierno cubano sobre su pueblo era (y es) enorme. Aparte de la lucha diaria con la vida - ¿qué comemos hoy? - los cubanos viven diariamente con la presión ideológica, con el estado de vigilancia, con el acoso y la arbitrariedad, con las detenciones injustas, con los insultos y humillaciones por parte del poder estatal, con la falta de perspectivas. Y están obligados a vivir luchando por la libertad de sus familiares presos políticos en las cárceles castristas. Y esto crea exactamente el tipo de estrés que enferma. La Dra. Bosch me hizo saber a tiempo las consecuencias del estrés: el estrés mata.
La serenidad que uno debería mostrar por el bien de la propia salud no es posible en la Cuba socialista. Sostengo: la ideología es veneno para el alma.
Por cierto, el anuario estadístico del Ministerio de Salud cubano anunció, entre otras, las siguientes causas principales de muerte en Cuba para el año 2020: Enfermedades del corazón, tumores malignos, enfermedades cerebrovasculares.
Nat Neumann, abril del 2023
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