Auch das wird vergehen
Es erzählt eine Legende, dass vor vielen vielen Jahren der König eines mächtigen Königreichs alle seinen Weise und Berater zusammenrief und ihnen sagte: „Ich habe meinen Juweliere die Anfertigung eines schönen Ringes in Auftrag gegeben, in den ich einen Spruch eingraviert haben möchte, der mich in ausweglosen Momenten hilft und inspiriert. Ein Spruch, der mir hilft, Entscheidungen zu treffen. Ein Spruch, der mir hilft, wenn ich mich verloren fühle. Ein Spruch, der mir dabei hilft, einen gerechteren König zu sein, weise und mitfühlend.“
Seine Berater, die gebildetsten Weisen des Landes, schrieben außergewöhnliche Phrasen und Sprüche. Aber sie genügten dem König nicht. Sie rührten ihn nicht. Sie waren nicht ausreichend.
Wie in den Legenden üblich, erschien plötzlich, man weißt nicht, woher, ein Greise, bescheiden aber Sicherheit und Wissen ausstrahlend.
Er sagte: „Majestät, mir ist zu Ohren gekommen, dass sie die Phrase suchen, den Spruch, der Ihnen in schwierigen Situationen des Lebens hilft.“
„In der Tat“, antwortete der König, „meinst du, du kannst mir helfen?“
„Ich habe den Spruch auf diesen Zettel“
Der König, schnell und impulsiv, wollte den Zettel sofort öffnen und lesen, was dort geschrieben stand.
Aber der Greise sagte ihm, er könne erst ihn lesen, wenn er sich in einer solchen Situation befand.
Ohne zu wissen, warum, aber in der Überzeugung, den Ratschlag des Alten befolgen zu müssen, ließ er den ihn unbekannten, auf dem Zettel geschriebenen Spruch in seinen Ring eingravieren und bat den Greisen, ihn fortan zu begleiten.
Ein paar Wochen später, geriet der König in einen Hinterhalt. Er war verzweifelt. Er flüchtete mit seinem Hof durch den Wald, in der Hoffnung, entkommen zu können. Sie hielten in einer Lichtung an, er schaute den Greisen an, der in beobachtete, ruhig und zuversichtlich. Dann fiel ihm den Ring ein. Er setzte in ab ihn und las die Gravierung: „Auch das wird vergehen!“
Die Verwirrung, die er spontan fühlte, verwandelte sich in Ruhe und Zuversicht.
„In der Tat, auch das wird vergehen!“. Der König war begeistert. Automatisch holte er tief Luft, erleichtert.
„Danke, Danke!“, wiederholte er immer wieder, „Das ist der Schlüssel, endlich!“
Und während er den Spruch las, verliefen sich seine Gegner, die ihn und die Seinen verfolgt hatten bis man den Ritt deren Pferde nicht mehr hören konnte.
Der König kehrte zu seinem Reich und seinem alten Leben zurück und regierte weiter. Auch sein Volk lebte ruhig und zufrieden.
Als Dank für seine Weisheit veranstaltete er ein mehrtägiges Fest für den Alten. Er wollte mit ihm und seinem Volk sein Glück teilen und Jeden an das Geheimnis des Weisen teil haben lassen. Der König erzählte mit Wonne, wie er ihm in den schwierigsten Stunden seines Lebens mit diesem einfachen, aber großen Spruch geholfen hatte, als er kurz vor dem Aufgeben war.
Der Alte lachte, weil er die Freude des Königs verstehen konnte, und sagte ihm dann: „Und jetzt lese den Spruch noch einmal!“
Als er das Unverständnis im Gesicht des überraschten Königs sah, erklärte er: „Er gilt nicht nur für scheinbar ausweglose Momente, sondern auch für die glücklichsten. Nicht nur wenn du am Boden bist, sondern auch wenn du vor Glück schwebst. Nicht nur wenn du verlierst, sondern wenn du gewinnst . Nicht wenn du der Letzte, sondern auch wenn du vorne bist.“
Der König setzte den Ring ab und las: „Auch das wird vergehen!“
Dann verstand er, wie tiefgründig die Phrase war.
Anonym
Esto también pasará
Cuenta una leyenda que hace muchos años el rey de un poderoso reino convocó a todos sus sabios y consejeros y les dijo:
-He encargado a mis joyeros que me hagan un bonito anillo en el que me gustaría que se grabara una frase que me ayude e inspire en los momentos de desesperación. Un dicho que me ayude a tomar decisiones. Un dicho que me ayude cuando me siento perdido. Un dicho que me ayude a ser un rey más justo, sabio y compasivo.
Sus consejeros, los sabios más cultos del país, escribieron frases y refranes extraordinarios. Pero no fueron suficientes para el rey. No lo conmovieron.
Como es habitual en las leyendas, de repente, no se sabe de dónde, apareció un anciano, modesto pero que irradiaba seguridad y conocimiento. Y dijo:
–Majestad, ha llegado a mis oídos que está buscando la frase, el refrán que le ayudará en las situaciones difíciles de la vida.
–De hecho–respondió el rey–¿crees que puedes ayudarme?
–Tengo el hechizo en este pedazo de papel.
El rey, rápido e impulsivo, quiso abrir inmediatamente la nota y leer lo que allí estaba escrito.
Pero el anciano le dijo que sólo podía leerlo cuando se encontrara en esa situación.
Sin saber por qué, pero convencido de que debía seguir el consejo del anciano, hizo grabar en su anillo el hechizo escrito en la nota, que desconocía, y pidió al anciano que le acompañara a partir de entonces.
Unas semanas después, el rey sufrió una emboscada. Estaba desesperado. Huyó con su corte a través del bosque, con la esperanza de escapar. Se detuvieron en un claro, miró al anciano que lo observaba, tranquilo y confiado. Entonces se acordó del anillo, se lo quitó del dedo y leyó el grabado: "¡Esto también pasará!"
La confusión que sintió espontáneamente se convirtió en calma y confianza.
En efecto, ¡¡¡esto también pasará!!! El rey estaba eufórico. Automáticamente respiró profundamente, aliviado.
–Gracias, gracias–repetía–¡esta es la clave, por fin!
Y mientras leía la sabia frase, sus enemigos, que le habían perseguido a él y a los suyos, se perdieron hasta que ya no se oía el paso de sus caballos.
El rey volvió a su reino y a su antigua vida y continuó gobernando. Su pueblo también vivía tranquilo y contento.
En agradecimiento a su sabiduría, celebró un banquete para el anciano que duró varios días. Quería compartir su felicidad con él y con su gente y que todos compartieran el secreto del sabio. El rey contó con alegría cómo le había ayudado en las horas más difíciles de su vida con este sencillo pero grandioso dicho cuando estaba a punto de rendirse.
El anciano se rió porque pudo entender la alegría del rey, y luego le dijo:
–Y ahora lee el hechizo de nuevo.
Al ver la incomprensión en la cara del sorprendido rey, le explicó:
–No sólo se aplica a los momentos aparentemente desesperados, sino también a los más felices. No sólo cuando estás deprimido, sino también cuando flotas de felicidad. No sólo cuando se pierde, sino también cuando se gana. No sólo cuando eres el último, sino también cuando eres el primero.
El rey se quitó el anillo y leyó: "Esto también pasará".
Entonces comprendió lo profunda que era la frase.
Anónimo